Tomado del blog de Antonio Cascales...
Escuela Pública Pliego: ¿Para qué sirve Grecia?: Isaac Rosa lo borda una vez más en su columna del diario Público.
Ya pueden estar tranquilos los griegos, que Europa no abandonará al país. Lo mantendrá colgando del abismo, agarrado por los pelos y siempre a pocos minutos de la quiebra total, pero no permitirá que se hunda del todo, pues Grecia hoy cumple una función esencial en Europa. La imagen de un país roto, asfixiado, sometido a chantaje, despojado de su soberanía, con la población sufriendo sucesivas vueltas de tuerca y las calles incendiadas, tiene varias utilidades.
Para los gobernantes, es la oportunidad de usar el ‘coco’ griego para convencernos de que hay que portarse bien, hacer los deberes y cumplir el déficit, que si no ya ves los griegos, cómo han acabado por su mala cabeza. “Miren lo que pasa en Grecia hoy mismo”, decía Sarkozy a los franceses el lunes: “¿quién querría que Francia estuviera en la situación de Grecia?”.
Los apóstoles del shock también sacan provecho a la situación griega: es un laboratorio en condiciones reales, con los ciudadanos como cobayas, para probar hasta dónde es posible liquidar, empobrecer y humillar un país sin que salten las costuras. Sí, quemaron edificios, tiraron piedras, pero la vida sigue, y bajo el ruido y el humo Grecia no ha conocido aún un estallido social, así que seguiremos apretando para ver hasta dónde aguanta.
En cuanto a los ciudadanos europeos, la enseñanza de Grecia cae por su propio peso: “Ya ves para lo que sirve protestar, sólo para romperlo todo, pero sin conseguir nada”. “Para qué vamos a hacer una huelga, los griegos llevan unas cuantas y nada.” E incluso: “Bueno, la reforma laboral es dura, pero no estamos tan mal, peor están los griegos…”
Lo de que no consiguen nada no es del todo cierto. No han parado los recortes, pero en la última votación hubo 43 diputados desertores, y Papademos está sudando para sacar adelante su plan. Y en la policía empiezan a aparecer agentes que no están dispuestos a seguir gaseando a sus vecinos, como ese sindicato policial que pidió el arresto de la Troika. Y en todo caso, la lección para nosotros debería ser otra: “Los griegos solos no pueden. Necesitan nuestra ayuda.”