Lope de Aguirre nació en el primer tercio del siglo XVI, y era vizcaíno. No se sabe de qué pueblo. En el siglo XVI aparecen tres casas de Aguirre importantes: una de Oyarzun, otra de Gaviria y otra de Navarra.
Lope de Aguirre debía de ser de una de estas casas.
Llegó Lope al Perú a mediados del siglo XVI, y tomó partido por Gonzalo Pizarro en la rebelión de éste. Durante algún tiempo estuvo a sus órdenes, hasta que le hizo traición y ejecutó contra sus antiguos compañeros actos de una crueldad inaudita.
Era Lope hombre inquieto y turbulento, terco y mal encarado. Condenado a muerte durante una sedición, se evadió y tomó el oficio de domador de caballos. Buen oficio para poner a prueba su bárbara energía. A Lope le conocían entre los soldados por el apodo de Aguirre, el loco.
En 1560, el virrey don Andrés Hurtado de Mendoza, confió al capitán de barco Pedro de Ursúa una expedición para explorar las orillas del Marañón en busca de oro. Lope fue uno de los principales jefes de la partida.
Una noche el inquieto Aguirre sublevó a la tropa expedicionaria, y él mismo cosió a puñaladas al capitán Ursúa y a su compañera, Inés de Atienza, que era hija del conquistador Blas de Atienza.
Lope asesinó también al teniente Vargas y dirigió un manifiesto a los rebeldes, que le siguieron. Los sublevados proclamaron general y príncipe del Perú a Fernando de Guzmán y mariscal de campo a Lope de Aguirre.
Como Guzmán reconviniera a Lope por su inútil crueldad, el feroz vasco, que no admitía reconvenciones, se vengó de él asesinándolo y cometiendo después una serie de atropellos y de crímenes.
A la cabeza de sus hombres, subyugados por el terror (ahorcó a ocho que no le parecían bastantes fieles), bajo por el Amazonas y recorrió, después de meses y meses, la inmensidad del curso de ese enorme río y se lanzó al Atlántico.
No contaba Lope más que con barcas apenas útiles para la navegación fluvial, pero él no reconocía obstáculos y se internó en el océano. Lope de Aguirre era todo un hombre.
Resistió en alta mar, cerca del ecuador, dos terribles temporales en sus ligeras embarcaciones, y fue bordeando con ellas las costas del Brasil, de las Guayanas y de Venezuela.
Allí donde arribaba, Lope se dedicaba al pillaje, saqueando los puertos, quemando todo cuanto se le ponía por delante, llevado de su loca furia.
El fraile de la flotilla se permitió aconsejar, suplicar a su capitán que no fuera tan cruel. Aguirre le escuchó atentamente, y atentamente lo mandó ahorcar.
Sintiendo quizá remordimiento en su corazón endurecido, llamó a su presencia a un misionero de Parrachagua, para confirmarse con él, y como el buen sacerdote no quisiera darle la absolución, ordenó lo colgaran, sin duda para que hiciese compañía al otro fraile ahorcado.
Los aventureros poco adictos a su persona iban sufriendo la misma suerte.
De los cuatrocientos hombre que salieron con Ursúa, no le quedaban a Lope más que ciento cincuenta, y de ésos, muchos iban, por días, desertando.
Aguirre, al verse sin la tripulación necesaria para sus barcos, les pegó fuego, y luego se refugió, con su hija y algunos compañeros fieles, en las proximidades de Barquisimeto, de Verazuela.
Allí, en el campo, en una casa abandonada , Aguirre escribió un memorial a Felipe II, justificándose de sus desmanes, y para dar más fuerza a su documento, lo firmó de esta manera audaz, cínica y absurda.
Lope de Aguirre,
el traidor.
Las tropas del rey, unidas con algunos desertores de Aguirre, fueron acorralando al capitán vasco como a una bestia fuera, para darle muerte. Quebrantado, cercado, cuando se vio irremisiblemente perdido, Lope, sacando su daga, la hundió hasta el puño en el corazón de su hija, que era todavía una niña.
No quiero 'dijo' que se convierta en una mala mujer, ni que puedan llamarla, jamás, la hija del traidor.
Después mandó a uno de sus soldados fieles que le disparara un tiro de arcabuz. El soldado obedeció.
─¡Mal Tiro! ─exclamó Lope al primer disparo, al notar que la bala pasaba por encima de su cabeza.
Y cuando sintió, al segundo disparo, que la bala penetraba en su pecho y le quitaba la vida, gritó, saludando a su matador con una feroz alegría:
─Este tiro ya es bueno.
Realmente Lope de Aguirre era todo un hombre. Después de muerto le cortaron la cabeza y descuartizaron el tronco, conservándose la calavera en la iglesia de Barquisimeto, encerrada en una jaula de hierro.
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Las inquietudes de Shanti Andía. (Extracto del capítulo VI)
Pío Baroja, 1911