El próximo sábado será 14 de febrero, es la fecha que todo el mundo tiene asociada al “día de los enamorados”. Esta nueva mitomanía me resulta especialmente graciosa, aunque no supera la historieta de Santa Claus…
San Valentín existió de verdad y fue mártir de los primeros tiempos de la iglesia. Cuenta la historia que en la víspera de su martirio escribió una carta enamorada a la hija de su carcelero, Julia, firmándola “de tu Valentín…” y que es por esto que solemos mandarnos mensajes de amor.
Hasta aquí todo parece correcto si no fuera porque la conexión de este mártir con el amor se gestará mucho después. La única fuente que relaciona la fecha del 14 de febrero con el amor, es un poema escrito en 1382 por el poeta inglés
Geoffrey Chaucer. Será en el siglo XIX cuando se le asociará al culto a
Lupercus, dios de la fertilidad, que se celebraba el día 15 de febrero en tiempos de Roma. En nuestros días, esta festividad sirve para dejarnos notitas de amor y amistad, regalar perfumes o para que el Corte Inglés haga una suculenta caja.
Sin embargo, en el día de San Valentín, -todo el mundo te lo recuerda- llega a mi memoria, puntual como un reloj, otra escena bien distinta…
Amaneció ese 14 de febrero de 1779 con brisas de tierra, en aquella preciosa bahía donde permanecía anclado el
Discovery. Tan solo un detalle, su cúter, el bote más grande del barco, había desaparecido en la noche, no estaba, había sido robado por los isleños... El capitán
James Cook lo consideró una insolencia por parte de los nativos y no lo pudo soportar. Tampoco ayudó la semanita que llevaba, ni que el día anterior no hubiera sido muy bueno; cabreado como estaba por el robo de unas tenazas… Era el colmo.
Aquella mañana hacia las siete de la mañana, Cook cargó el mosquete de dos cañones y marchó a tierra con diez hombres armados, dejando marineros apostados y listos en otros dos botes en el agua, cerca de la costa volcánica. Pretendía hacer lo que había hecho muchas veces antes en el Pacífico, capturar un jefe y retenerlo hasta que devolvieran los artículos robados. Lo cierto es que no fue un día muy bueno para Cook…
Marchó decidido a la aldea principal de Kaawaloa, y mando al teniente
Molesworth Phillips entrar en la cabaña donde dormía el rey. Éste accedió a ir al barco con Cook. Para cuando llegaron a la orilla, se había congregado una multitud; los ingleses habían matado de un tiro a un jefe al otro lado de la bahía cuando intentaba saltar el bloqueo ordenado por Cook y la noticia había llegado de alguna manera a Kaawaloa…
La mujer del jefe rogaba que no fuera al barco, la muchedumbre, varios miles de personas, rodearon a Cook y a sus diez infantes de Marina. —Fue entonces cuando empezamos a sospechar que no estaban muy bien dispuestos hacia nosotros—, diría Phillips. El alférez propuso a Cook que los infantes formaran una línea defensiva a la orilla y el capitán accedió. La multitud los dejó pasar, pero al mismo tiempo empezaron a recoger lanzas y piedras.
Cook abandonó en ese momento su plan de tomar al rey como rehén, y le dijo a Phillips: —No podremos obligarle a subir a bordo sin matar a unos cuantos nativos—. Un hombre agitó en el aire un puñal de hierro y amenazó con arrojar una piedra al capitán. Cook disparó el cañón de su arma, cargada de perdigones sin resultado alguno. Esto provocó aun más a los nativos. Empezaron a lanzar piedras a los ingleses y a intentar apuñalarlos. Cook volvió a disparar y esta vez mató a un hombre. Luego ordenó a los infantes disparar y gritó la orden de subir a los botes, los infantes dispararon una descarga cerrada contra la multitud. Desde los botes también disparaban.
Cook se acercó con dificultad a la orilla, un saliente de roca volcánica, estaba tan solo a unos diez metros del bote y podría haberse salvado si hubiera sabido nadar…
Sanwell, testigo del momento relata:
"El capitán Cook era el único hombre que quedaba en la roca, entró en el agua protegiéndose con una mano la parte posterior de la cabeza de las pedradas y sujetando el mosquete con la otra. Los isleños vacilaron un momento, como si no supieran qué hacer. Apareció corriendo detrás de él un indio, que se detuvo una o dos veces, como si tuviera miedo, luego se lanzó sobre él sin que el capitán lo viera y lo golpeó en la parte posterior de la cabeza con un garrote grande que había cogido de una cerca. Cook se tambaleó, dobló una rodilla e intentó incorporarse. Otro hawaiano se acercó corriendo con un puñal de hierro y se lo clavó entre los omóplatos. Cook cayó al agua y la multitud se abalanza sobre él en un ataque furioso. Lo sujetaron bajo la superficie del agua, un hombre se sentó en su espalda y le golpeó la cabeza con una piedra mientras los otros le golpeaban con garrotes y piedras. Luego llevaron su cuerpo a las rocas y siguieron dándole golpes y puñaladas. En cuanto uno le clavaba el puñal, otro se lo sacaba y volvía a hundírselo en el cuerpo".
Todo el asunto había sucedido en menos de una hora...